
Aunque el mundo lo conoció como Papa Francisco, para muchos argentinos, Jorge Bergoglio siempre será ese vecino de barrio que caminaba por las calles de Flores, que iba a la cancha, que compartía un mate, y que nunca perdió el gusto por las cosas simples de la vida.
En este artículo, vamos a recordar su esencia argentina, sus sabores preferidos y su pasión por el fútbol, todo atravesado por la fe y la humildad que marcaron su vida.
El Papa del dulce de leche
Sí, es cierto: a Francisco le encanta el dulce de leche. En más de una entrevista, confesó con una sonrisa que es uno de los sabores que más extraña de su tierra.
No es difícil imaginarlo en su juventud, acompañando un desayuno sencillo con tostadas y una generosa cucharada de este manjar argentino.
Para él, el dulce de leche no era solo una golosina: era una conexión con su infancia, con los afectos, con lo cotidiano.
Futbolero de alma
El fútbol forma parte del ADN argentino, y Francisco no fue la excepción. Su corazón es de San Lorenzo de Almagro )su numero de socio era 88235) el club que sigue desde chico y razón por la que mas de una vez le han llamado, El Papa Cuervo.
No iba a la cancha solo por el deporte: para él, el fútbol era también una forma de encuentro, de comunidad, de emoción compartida.
Incluso como Papa, se mantuvo informado de los resultados de su equipo. Pero nunca lo vivió con fanatismo: siempre promovió el juego limpio, el respeto al rival y la unión entre las personas a través del deporte.
Un corazón que nunca se fue de Argentina
Aunque su misión lo llevó a Roma y al mundo entero, su alma sigue hablando con acento porteño.
En sus gestos, su forma de hablar, su cercanía con la gente, se nota ese sello argentino. Nunca renegó de sus raíces, al contrario: las abrazó y las hizo universales.
Cada vez que algún argentino lo visitaba, era común escuchar que les preguntaba por el clima, por la política, por la gente… por el país que dejó físicamente, pero no emocionalmente.
La fe que nació en el barrio
Su vocación nació caminando entre casas humildes, escuchando las necesidades de su comunidad, rezando con los más pobres y compartiendo con los más simples.
Su mirada del mundo se construyó allí, y esa misma mirada fue la que llevó al Vaticano.
En resumen
Francisco fue un Papa argentino, no solo por el pasaporte, sino por el corazón.
El dulce de leche, el fútbol y su forma de vivir la fe lo muestran como una persona profundamente humana, que no se olvidó nunca de sus raíces, y que vivió su misión con alegría y humildad.
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