Un llamado inesperado

Siempre es bueno recordar, amigos, que los caminos del Señor son misteriosos e inescrutables, ¿verdad? Y a veces, nos llama a lugares que nunca imaginamos.

La historia del Papa Francisco es un testimonio de esto. Pocos saben que, en realidad, él nunca deseó ser Papa. ¡Así como lo oyen! Él sentía que no estaba a la altura, que otros eran más merecedores. Lo embargaba la duda, como a cualquiera de nosotros.

La humildad como guía

Pero, ¿saben qué? Fue precisamente esa humildad, ese reconocimiento de sus propias limitaciones, lo que lo hizo el hombre adecuado para el cargo. Porque, al final, no se trata de nosotros, sino de Dios y de su voluntad.

Él siempre ha preferido estar cerca de la gente, de los pobres, de los que sufren. No le gustaban los protocolos ni las formalidades. Y esa cercanía, esa empatía, es lo que lo ha convertido en un líder tan querido y respetado en todo el mundo.

Obediencia y fe

Sin embargo, a pesar de sus reservas, Francisco aceptó la voluntad de Dios con obediencia y fe. Él sabía que no estaba solo, que el Espíritu Santo lo acompañaría en cada paso del camino. Y así ha sido, gracias a Dios.

Un ejemplo para todos

Su historia nos enseña que la verdadera grandeza no está en buscar el poder o la fama, sino en servir a los demás con amor y humildad. Nos invita a confiar en Dios, incluso cuando no entendemos sus planes. Nos recuerda que cada uno de nosotros tiene una vocación única y especial, y que debemos estar abiertos a escuchar la voz del Señor.

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Que la paz de Dios los acompañe siempre.