Una guía franciscana para el día a día

Hermanos y hermanas, a veces sentimos que el camino de la fe es complicado, lleno de reglas y exigencias. Pero San Francisco, con su vida sencilla y su amor radical por Jesús, nos muestra que la verdadera fe se vive en lo cotidiano, en cada pequeño gesto.

Aquí les comparto algunas ideas inspiradas en su ejemplo, para que cada día sea una oportunidad de amar y servir:

1. Abraza la sencillez

Francisco renunció a las riquezas para seguir a Cristo. Nosotros no tenemos que dejarlo todo, pero sí podemos preguntarnos ¿qué cosas materiales nos están impidiendo vivir plenamente? Simplifiquemos nuestra vida, desapeguémonos de lo innecesario y encontraremos una alegría más profunda.

2. Busca la oración en lo cotidiano

No se trata solo de rezar en la iglesia, sino de encontrar a Dios en cada momento. Una mirada agradecida al amanecer, una sonrisa a un desconocido, una palabra de aliento a quien lo necesita… todo puede ser oración.

3. Ama a tu prójimo, especialmente al más necesitado

Francisco abrazó al leproso, al marginado, al que nadie quería. ¿A quién estamos evitando en nuestra vida? Acerquémonos a los que sufren, escuchemos sus historias, tendámosles una mano. En ellos encontraremos a Jesús.

4. Sé agradecido por todo

Desde el sol que nos calienta hasta el alimento que nos nutre, todo es un regalo de Dios. Aprendamos a ver la belleza en lo simple, a dar gracias por lo que tenemos, en lugar de lamentarnos por lo que nos falta.

5. Vive en alegría

La fe no es tristeza ni sacrificio constante. Francisco era un hombre alegre, que cantaba y celebraba la vida. Busquemos la alegría en cada día, contagiemos a los demás con nuestra sonrisa, y encontraremos la paz interior.

6. Trabaja con pasión y honestidad

Francisco trabajaba con sus manos, y lo hacía con amor y dedicación. Sea cual sea nuestro trabajo, hagámoslo con pasión, con honestidad, con el deseo de servir a los demás. El trabajo bien hecho es una forma de honrar a Dios.

7. Sé un instrumento de paz

Donde haya odio, pon amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya duda, fe… Así oraba San Francisco. Seamos constructores de paz en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad. Llevemos el amor de Cristo a todos los rincones.

Hermanos, sigamos el ejemplo de San Francisco, vivamos el Evangelio con sencillez y alegría, y transformemos nuestro día a día en una hermosa ofrenda a Dios.